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Apuntes sobre «La ciudad que levantó vuelo», de María Granata

Por Cristina Pizarro (*)

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«La ciudad que levantó vuelo», de María Granata
  1. Preliminares

El  propósito de esta nota es destacar el tema del vuelo en el texto narrativo de María Granata, La ciudad que levantó vuelo, publicado en 1980.

Para el abordaje señalado, se ha tenido en cuenta el enfoque de Gaston Bachelard en la La poética del espacio (1957), en donde el filósofo hace hincapié en la profundización de la imaginación poética.

Con la finalidad de ordenar la exposición, se hará referencia, en primer lugar, al vuelo en la construcción del espacio imaginario y luego, a la creación de una ciudad imaginaria como vehículo de deseo y ensoñación del ser humano.

  1. El vuelo en la construcción del espacio imaginario.

Consideramos el tema del vuelo como facultad de conquistar el espacio cósmico mediante un desplazamiento sólo posible en la experiencia imaginativa y creadora, tanto en el sueño, cuanto en el estado de vigilia. Fundamentando este tema, hacemos referencia a la importancia del aire como elemento vivificador -hálito vital que permite la emisión de la palabra- y, además, como continente-espacio generador del desplazamiento y de la expresión. El desplazamiento del individuo en el espacio imaginario y en la construcción del mismo incluyen la búsqueda del significado del aire, que aparece como componente de la progresiva sumisión del cosmos al orden, como etapa de la evolución universal.

La memoria cósmica, ancestral, que posee el hombre, lo lleva a reproducir en el ensueño, en el sueño y en la realidad, las formas circulares y sigmoideas, como asociación con el aire. Elemento vivificador  penetra en el hombre y se convierte en neuma, hálito vital que da lugar a la emisión de la palabra.

Es en el aire, continente de las posibilidades de desplazamiento, donde el hombre lleva a cabo la acción de volar, siempre analizado desde la óptica del campo transicional.

El vuelo le posibilita el dominio del espacio imaginario, le permite el ordenamiento del cosmos y la integración de su ser.

Podemos dar al vuelo diferentes interpretaciones: sensación placentera de movimiento, libertad, felicidad; idea de superioridad y de poder; trascendencia del crecimiento.

En el vuelo el hombre se ve, se reconoce con la imagen de su propio cuerpo, o bien, dotado de alas que simbolizan la espiritualidad, la imaginación, el pensamiento, la sublimación.

En la literatura se incentiva la creación de imágenes en un escenario que integra la noción de espacio imaginario, donde fluyen todos los sentimientos que pueden llegar a experimentarse aun sin haberlos vivido nunca. El hombre se ve desplazándose por el espacio, que se agranda a medida que él se aleja de lo real, trascendiendo del espacio personal al social y al espacio cósmico. En esos desplazamientos los movimientos verticales en el espacio pueden orientarse hacia la ascensión o hacia el descenso, hacia arriba o hacia abajo.

En el ascenso se registra la calma, la serenidad, la esperanza, el apaciguamiento, la elevación que alcanzan el clímax en imágenes luminosas.

En el descenso se manifiestan la tristeza, el temor, la angustia, el temor, culminando en el vacío y la oscuridad total, aunque en ocasiones, se vislumbra la luz, en cuyo caso posee cualidades diferentes: las del fuego o la llama.

Por otra parte, aunque menos analizados y que producen, por lo general, sensaciones menos intensas, se dan los movimientos horizontales, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con provocación de un retorno al pasado o con anticipación al futuro, según el predominio del hemisferio cerebral del que se trate.

En el vuelo aparece implícita la búsqueda y el anhelo del encuentro, que contribuyen a la felicidad y a la propia realización.

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María Granata
  1. La creación de una ciudad imaginaria.

Se pretende trazar un recorte analítico de  La ciudad que levantó vuelo, de María Granata.[1]

En esta obra se crea una ciudad que vuela, constituye un paisaje espacial en donde las fuerzas internas liberadas se despliegan en formas que revelan por sí mismas el orden cualitativo y cuantitativo de las tensiones.

El paisaje constituido en el plano de lo onírico tiene una existencia fantasmal sostenida solamente por la verdad, duración e intensidad del sentimiento causante.

Lo dicho para el paisaje soñado vale para el paisaje visto cuando es elegido, es decir, cuando una interpretación automática e inconsciente nos revela una afinidad que nos hace detenernos en él, buscarlo, volver repetidamente. Se trata entonces, no de una creación mental pero sí de una analogía que determina la adopción del paisaje por el espíritu, en virtud de las cualidades que posee por sí mismo y que son las mismas del sujeto.

El lugar elegido es la imagen-coyuntura, es una transposición al espacio que el hombre irá descubriendo. En esta ciudad diferente vivía un fabricante de alas. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Se necesitaba una fábrica de alas? ¿Cuál era su función? ¿Qué hizo?

Las alas son símbolo de la espiritualidad, la imaginación, el pensamiento. ¿Habrá sido un impulso para satisfacer sólo deseos profundos de espiritualidad? Es revelador. Aquí hay un fabricante que regala y no vende como es habitualmente. ¿Dónde se colocaron las ALAS? El fabricante eligió lugares estratégicos, torres, azoteas, la nariz de los barriletes, pararra­yos, puntas de los árboles, cúpulas, cabecitas eléctricas de los postes de luz.

La torre corresponde al simbolismo ascensional y toma la vertical como única forma de construcción. El árbol representa la vida del cosmos, su densidad, creci­miento, proliferación, generación y regeneración.

A los habitantes de tanto mirar hacia arriba, se les tiñeron los ojos de azul. Los habitantes miraban para ver, poseer, reconocer y entrar en contacto con el cielo, esa fuerza que se asimila al principio activo y al espíritu, al igual que el azul que también es profundi­dad.

La personificación de la ciudad aparece comparada con un ave gigante. El viento es elemento vital activo. La ascensión implica o expresa la tensión creciente de los impulsos.

Observamos la sensación placentera de Bimbo, el hijito del fabricante de alas, que atravesaba el espacio recostado sobre las plumas de los pájaros, a los que el niño contemplaba para lograr un sostén y sentirse protegido, abrigado.

Las aves dejan al niño; este se cae en un precipicio azul que se convertirá en una premonición de la salvación ya que sobrevendrá el nacimiento del planetita amarillo que preanunciará el ordenami­ento del cosmos. Se establece una comunicación entre el pequeño planeta y Bimbo, quien está perdido y quiere regresar a su casa. El planeta aún no sabía lo que es una casa, evidentemente porque esta representa la vida humana (relación entre casa y cuer­po). Bimbo encuentra allí a un sol niño. El sol es fuente de la vida y de la totalidad del hombre, también es fuente de energía, calor como equivalencia a fuego vital y libido. El sol dará más luz como manifestación de la moralidad, de la intelectualidad y las virtudes. Recibir iluminación es adquirir fuerza espiritual.

Los perros son los únicos que pueden descubrir el rastro de Bimbo. Se enfatiza, de esta manera, la relación entre los niños y los perros en un vínculo afectivo.

Aparece la campana cuyo sonido es símbolo del poder creador. Se relaciona con el cielo por su forma de bóveda. El globo es la esfera que representa la totalidad, la perfección y la felicidad. La carencia de esquinas y aristas equivale analógicamen­te a la falta de inconvenientes, estorbos, contrariedades. Volver es hermosísimo. «Qué hermoso sería regresar a la Tierra, al lugar donde hemos nacido, donde se formó nuestra vida.»

La necesidad del retorno, de la vuelta a nuestros orígenes, y la valorización de la Tierra como espacio elegido para ejercer nuestras vivencias y experiencias, señala que ese espacio  es para construir nuestra realidad, nuestro propio bienestar.

  1. A modo de cierre

 Se puede vislumbrar en esta bella historia una rica simbología de los elementos de la naturaleza, cuya lectura favorecerá el desarrollo afectivo y cognitivo de los niños, y que los guiará a comprender e interpretar el mundo, desde una visión adánica y primordial.


[1] Granata, María, La ciudad que levantó vuelo. Buenos Aires: Editorial Abril, 1980.